La leyenda prehispánica del conejo grabado en la luna, ¿cuál es su origen?
Es sorprendente como los antiguos pobladores de México encontraban explicaciones para todo lo que los rodeaba. En su tiempo funcionaba muy bien, si te pones a pensar en el contexto histórico en que se encontraban.
La historia del conejo de la luna es por eso fascinante, ya que es una muestra de cómo lograron esta explicación. Porque para los antiguos pobladores de México, el satélite natural de nuestro planeta tenía misterios que resolver.
A ellos nadie les quitaba de la cabeza que podíamos ver a un conejo aplastado contra ella. ¿Cómo fue que dicho conejo llegó hasta ese lugar tan peculiar y no se encontraba corriendo por los campos?
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¿Qué significa el conejo para los antiguos pobladores?

Primero, es entender porque un conejo. Es evidente que el motivo principal es que al ver la luna, podemos ver la silueta dibujada del conejo. Pero no es tan simple como ello, había algo más.
El conejo contaba con diferentes significados para ellos. Por ejemplo, era asociado con el pulque –una especie de licor fermentado-, por lo que su aparición también se relacionaba con el estado de embriaguez que puedes alcanzar al beberlo.
Y no solo con ello, también suele relacionarse con muchas funciones femeninas, como pueden ser la menstruación, así como el embarazo. En términos generales, puedes empezar a pensar en términos de fertilidad a este animal.
Vale la pena también indicar que esta no era creencia exclusiva de alguna región en México. De hecho, podemos encontrar evidencia sobre sus pensamientos sobre el conejo de la luna en culturas como la mexica, maya y mixteca.
El origen del mito del conejo en la luna.
Pero, ¿cómo comenzó la leyenda, porque el conejo llegó hasta allá?
Se habla que en una ocasión, el dios Quetzalcóatl se encontraba de viaje por diversas partes lejanas. Para poder andar por el mundo, tomó de manera temporal la forma de un hombre, con todo lo que ello implica.
Por lo tanto, luego de haber estado caminando mucho, se cansó bastante. Ya era de noche, por lo que encontró un lugar para reposar, todo mientras se encontraba mirando el cielo estrellado, así como la luna.
Se encontraba a un lado del camino, cuando vio a un conejito. Estaba comiendo abundante zacate con gran apetito. Quetzalcóatl, queriendo hacer un poco de plática, le preguntó al conejo sobre lo que se encontraba comiendo.

El conejo le contestó que un poco de zacate, agregando que si quería un poco no había problema. El dios le contestó que no, que él no come zacate y para su mala fortuna, estaba muriendo de hambre, por lo que le quedaría poco tiempo de vida.
La historia narra que el conejo se apiado del dios tras oír esto último.
El conejo, le ofreció que se coma su carne para no morir de hambre. Este último acto tocó el corazón de Quetzalcóatl.
En agradecimiento, le prometió que nadie lo olvidaría. Lo alzo tanto que quedó estampada su figura en la luna.
“De esta forma nadie jamás te olvidará, tu retrato ahí quedará para todos los tiempos”.
Otra versión de la leyenda de la luna y el conejo.
Existe otra versión también de origen prehispánico, muy popular entre el pueblo chinanteco.
La leyenda habla que eran un par de hermanos, sol y luna. Un día, mataron a un águila de ojos brillantes. Le fascinaron tanto sus ojos, que decidieron tomarlos. El sol tomó el ojo derecho de plata, mientras que luna se quedó con el izquierdo de oro.
Se estaban yendo tranquilos, cuando Luna comenzó a tener sed. Sol, que en realidad quería el ojo de plata, le dijo que él sabía donde conseguir agua. Pero tenía dos condiciones:
- Debían de intercambiar los ojos
- No podría beber hasta que el Cura Conejo haya bendecido el pozo.
Sin embargo, Luna no obedeció. Esto enojó tanto al sol, que tomó al conejo y golpeó su cara de ella con el animalito. Gracias a eso, y hasta el día de hoy, podemos ver grabado el conejo en la cara de la luna.