El espejo francés, una historia de amor de Zacatecas
Existen muchas historias de amor. Todas ellas son muy particulares, muy únicas, así como son todas las vidas. La del espejo francés es una de tantas, pero no por eso deja de tocar el corazón de quien la escucha.
Todo esto ocurrió en Zacatecas, hace mucho tiempo. Nadie recuerda con exactitud los acontecimientos, posiblemente no quede nadie vivo ya. Pero la llama del amor que se prendió ese día sigue vivo.
La leyenda del espejo francés.
Matilde Cabrera era una joven entusiasta a tocar el piano. Para fortuna de todas las personas que pasaban frente a su casa, ella acostumbraba entonar las más bellas melodías haciendo uso del piano de cola que poseía su familia.
Ellos eran gente muy conservadora, muy tradicional. Matilde pasaba buena parte de las tardes tocando. Su música era tan hermosa que esto era agradecido por los vecinos y transeúntes que pasaban frente a su hogar.
Como muchas personas de la época, su familia era muy devota y asistía a la iglesia. Todo cambió para Matilde un día que asistieron, en donde conoció a un muy apuesto joven, del que quedó enamorado enseguida.
Hay que ponernos en contexto con la época. Tal vez hoy en día las forma de conquista sean otras, pero en ese tiempo eran más sutiles, diferentes.
Cuando ella iba a la iglesia, la forma de comunicarse con él era con miradas, con gestos. Estos eran correspondidos. Todo ello era una forma de caricias, pero que no implicaban contacto físico, solo del alma.
El espejo que da paso al amor.
Para seguir con el coqueteo y romance con su amado, idearon un método: ella seguía tocando el piano todas las tardes, como es habitual. Pero ahora tenía un nuevo elemento: un espejo colocado en la ventana.
La idea con ello es que durante las tardes, mientras ella tocaba, su amado pasaría por enfrente de ese espejo. Él, pasaría y le haría esos gestos que le decían que la amaba. Eso llenaría su corazón todos los días.
Pero eso no duró, porque sorpresivamente, el ejército reclutó a aquel caballero. Y sin previo aviso, partió hacia donde su nación lo demandaba. Esto por supuesto, dejó bastante triste a Matilde.
Sin embargo, el amor es un sentimiento muy fuerte, sobre todo cuando se une con la esperanza: ella pensó que un día su amado regresaría. En su mente, su escenario ideal era que ella estaría tocando el piano, cuando él aparecería por el reflejo.
Por lo tanto, siguió tarde tras tarde tocando el piano. Pero su amado jamás volvió.
Su música se comenzó a volver cada vez más melancólica. Y con el paso del tiempo, los vecinos comenzaron a considerarla la loca del piano. Una historia triste de amor, que jamás tuvo una conclusión.