La leyenda del Cocay, el origen de la luciérnaga del mayab
¿Te ha pasado alguna ocasión que estás yendo por la carretera muy de noche, cuando de pronto, a lo lejos pareces ver muchas luces? Por ejemplo, entre los árboles, volando de aquí para allá, creando un hermoso espectáculo.
Esas son las luciérnagas, pero entre los mayas tiene un nombre propio: el cocay. Y no solo eso, en esa región existe una leyenda que intenta dar explicación a su existencia, una hermosa historia de porque tienen esa luz.
Conoce la leyenda del cocay.
Hace muchos años en la región del mayab existía un hombre muy querido por todos. Poseía la capacidad de curar básicamente cualquier enfermedad, por lo que era muy socorrido por todas las personas del lugar.
Él lo hacía con mucho gusto, entregándose por completo a la gente para realizar dicha labor. Pero había un secreto para su poder: una misteriosa piedra verde que siempre traía junto a él, metido en su bolsillo.
Cuando se enteraba que alguien cayó enfermo, aparecía con su piedra y recitaba algunos rezos. De manera milagrosa, la persona terminaba por recuperar su salud una vez más.
Un día, este hombre se encontraba andando entre poblaciones. Pero llegó el momento en que se sintió muy cansado, es probable que haya estado realizando muchas curaciones durante las últimas horas.
Entonces decidió descansar durante un rato, cobijado simplemente por los árboles de la región; pero con lo que no contaba es que el clima cambiaría. De un segundo a otro, el cielo se encontraba completamente nublado y oscurecido.
Comenzó una lluvia terrible, torrencial, como pocas veces se había visto. Al verse sorprendido por la lluvia, el curandero decidió correr, para poder encontrar resguardo. Lastimosamente, al huir dejó caer la piedra verde.
Para su mala fortuna, ocurrió otro problema: su mujer lo esperaba en casa y tenía el hijo enfermo. Algo que no le preocupaba en exceso a ella, porque sabía que su marido podía curar cualquier dolencia.
Pero para su infortunio, la piedra estaba perdida. Cosa él no se dio cuenta hasta que había comenzado la curación. Sabía que tenía que actuar rápido, porque la vida de su hijo estaba en peligro.
Regresó lo más rápido posible al lugar donde recuerda haber estado, porque corría el peligro que alguien más pase y se lleve la piedra.
Le pidió a varios animales que le ayuden, entre ellos el zopilote, el venado, la liebre y el cocay. Les ofreció una recompensa a cambio que le ayuden a encontrar la piedra. Todos pusieron manos a la obra.
La ambición de los animales.
El venado encontró la piedra, pero le entró la ambición. ¿Qué tal si ahora él cobraba para poder curar? Pensando eso, se la tragó de inmediato para que nadie más la encuentre. Pero parece que no le hizo nada bien.
Empezó a dolerle el estómago de una forma tan intensa, que finalmente terminó por vomitarla por sentirse mal.
Así siguieron todos los animales buscando, ninguno parecía tener suerte. En eso, el cocay sintió un chispazo en la mente, como que una idea aterrizó en ella: en ese momento, supo donde se encontraba la piedra.
Voló hasta ese lugar. Al pararse cerca de ella, su cuerpo comenzó a iluminarse de una manera hermosa. Tomó la piedra y se la llevó hasta el hombre.
Cuando se encontró con él, se la entregó. El hombre bastante agradecido le dijo que esa iluminación que tiene en su cuerpo es su recompensa. Que le ayudará a guiar su vida.
Los demás animales le felicitaron, pero la liebre no. Esta estaba envidiosa por no haberse llevado la gloria. Y en un arrebato, le saltó encima al cocay.
Realmente le cayó a la luciérnaga y no podía respirar, pero la liebre se levantó. Y empezó a saltar de un lado a otro, pensando que se le había escapado.
El cocay se paró en su frente de la liebre, y está asustada, pensó que un rayo le había alcanzado. Entonces, por el susto terminó por caer en el cenote, mientras el cocay se alejaba, feliz de todo lo logrado.