Si vives en la ciudad de México, una de las vistas más comunes es observar a las montañas de Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. Dos tremendos colosos que parecen ser los guardianes de la ciudad, observándola de manera silenciosa.
Pero, ¿de dónde provienen estos nombres? Debes saber que su origen es náhuatl, llamados de esta manera desde los tiempos de los aztecas y la gran Tenochtitlán. Y que a pesar de la conquista, se terminaron por respetar estos nombres.
Sobre todo, existe detrás una leyenda muy bonita, que nos narra y cuenta porque actualmente mantienen estos nombres.
¿El origen de la leyenda?
Se habla que hace mucho tiempo, existían un joven guerrero y una bella doncella precisamente de nombre Popocatépetl e Iztaccíhuatl.
Ella era una hermosa princesa tlaxcalteca, tal vez la más hermosa que se había visto jamás. Mientras que por su parte, era un joven guerrero que había demostrado más de una ocasión su valía en batalla.
Durante ese tiempo, había una guerra entre los tlaxcaltecas contra los aztecas, el imperio más poderoso que existía en ese tiempo. Pronto, los tiempos de paz acabarían para dar paso a una cruenta guerra.
Pero eso no impediría el amor.
La joven princesa Iztaccíhuatl se enamoró perdidamente del joven guerrero. Este a su vez, le correspondía con sentimientos de igual intensidad. Ambos se profesaban un gran amor, por lo que buscaban estar juntos.
Popocatépetl no dudó más y fue a pedir la mano de su hija al cacique. Este accedía gustoso, pero puso como condición que debía volver victorioso del campo de batalla. Para mostrar que su honor estaba a la altura de la petición.
El joven guerrero aceptó y partió a la guerra, esperando volver con la victoria en sus manos para poder vivir una vida feliz con su amada.
Un rival que destrozó el corazón de la princesa.
Pero el guerrero tenía un rival, que lo odiaba a muerte. Y aprovechando su ausencia, decidió realizar una artimaña bastante baja: engañar a la bella princesa. Le hizo llegar la falsa noticia que el príncipe había muerto en batalla.
Esta noticia llenó de dolor el corazón de la joven Iztaccíhuatl. Tanto, que se dice que poco tiempo después ella terminó por morir de la tristeza que esto le provocó.
Poco tiempo después, Popocatépetl regresó victorioso de la guerra. Había cumplido con la condición que le habían dado y venía a reclamar la mano de ella.
Pero se encontró con la triste noticia, que al igual que sucedió con su amada, le terminó por romper el corazón.
Él quería honrar el amor que tenían de alguna forma. Y luego de mucho pensarlo, se le ocurrió erigir algo en su honor. Una enorme tumba, que sería tan grande como una montaña. Para eso, amontonó 10 cerros hasta lograr el tamaño.
Una vez colocó el corazón de su amada en su nuevo hogar, él se acostó a un lado, esperando el sueño eterno. Poseía una antorcha, que es la que hasta la fecha de cuando en cuando deja ver algo de humo.
Con el tiempo, la tierra y nieve cubrió sus cuerpos, hasta terminar por ser las dos enormes montañas que podemos ver hoy en día. Que estarán juntos, hasta el fin de los tiempos.
Esta es la leyenda de Popocatépetl y el Iztaccíhuatl. Dos almas que se amaban, que no pudieron llevar a cabo su amor gracias a la intervención de personas ajenas, que metieron empañaron con odio y envidia la que pudo ser una gran historia de amor.